Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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Piezas para piano

Piezas para piano

VII

1
Si la lluvia cantara
sonaría como este piano lento
que da vueltas en torno a un solo motivo.
Pero la lluvia no canta.
La lluvia es silencio desde el piso doce.
Y solo percute contra el vidrio cuando el viento la empuja
y ella suena susurrante o brusca.
Casi siempre la lluvia pasa en silencio frente a mi ventana
y yo intuyo que lleva ganas de cantar un canto triste,
un canto de piano sin palabras posibles.
 

2
Yo no soy.
Soy las cosas que pasan,
la lluvia bendita.
Si algo soy, soy alguien que ve llover,
que oye llover,
soy un oído entre la música del viento,
una piel entre el frío del viento,
alguien que yace
mientras afuera hay una ciudad que no conozco,
que apenas olfateo.
Soy ese perfume que desconocía.

Darío Jaramillo Agudelo (1947, Colombia); Cuadernos de música; Ed. Pre-Textos, 2008

Accidentes nocturnos

Accidentes nocturnos

Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

Oyes esa música

Oyes esa música…

¿Oyes esa música
que cruza como luz la oscuridad
mientras la oscuridad gira
y yo con ella?
¡Con qué fuerza
se abre paso
y llega incluso
a mi lugar más remoto
cercado también de sombras!
Pero el latido
que brota allí
nadie lo oye.
Nadie, como yo, sabe
que existo
y creceré
y amaré
como aman estos brazos
que me sostienen
porque no sé andar aún…
Pero escucha, escucha:
todos los árboles se mecen
en la música.
Y en mi interior,
donde un secreto sol
me hace adivinar
el sol secreto
de la oscuridad. 

Clara Janés (1940, Madrid); Libro de las alienaciones, Ed. Ayuso, 1983

Bécquer y el rock and roll

Bécquer y el rock and roll

                                      I know it’s only rock’n’roll
                                                  But I like it
                                                    The Rolling Stones

Tú también has tenido doce años.
Tú también reconoces
el temblor de la piel abriéndose camino.
Has vivido el incendio de los ojos
que ven la intensidad por vez primera.

Es invierno. Mis dedos infantiles
empujan su avidez contra un poema.
Detrás está un muchacho con perilla
y ojos interminables de soñador sensual.
Las palabras me trepan por el pecho
como hormigas hambrientas…
De pronto, un golpe seco
dentro de la conciencia.
Igual que cuando escucho un rock’n’roll.

La región más extensa de significado.
Poesía es lo contrario de la muerte.
Esta certeza súbita de lo desconocido.

Quizá sea solamente rock’n’roll
pero me gusta.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Leyendas del promontorio, Colección de poesía Encina de la Cañada, Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, 2005

Flamenco

Flamenco

De la tierra,
esa música viene de la tierra,
viene de la contienda, del asalto,
del oscuro atropello
de las arterias del planeta.
Viene de la preponderancia del fuego,
del confuso lenguaje de los yacimientos,
del desconsuelo de los minerales.
Esa música es ciega como las raíces
y es terca como las semillas.
Sabe a tierra como la boca de un cadáver.
Viene y es de la tierra:
redobla la geología.
Esa música es parda como la corteza,
compacta como los diamantes.
No dictamina:
solo muestra la voraz certidumbre de lo vivo,
el vértigo que va desde el sustrato
a la calamidad que grita.
Esa música narra el agujero
que delata en los hombres su ascendencia.
Esa música es todo ese agujero,
un sordo abismo que reclama
la primer soledad,
lo primer llanto en la primera noche.

Francisca Aguirre (1930, Madrid, España); La otra música, Ediciones de Cultura Hispánica, 1978. Extraído de Detrás de los espejos (Antología 1973-2010), Ed. Bartleby Editores, 2013

Anecdotario

Anecdotario

Tengo muy pocas cosas claras
pero una de esas pocas cosas
es que sin la música yo habría sido otra,
y esa otra habría sido peor.
Todo cuanto recuerdo
está relacionado con la música
desde mi padre que siempre cantaba
mi madre que siempre cantaba
(hasta que dejó de cantar durante mucho tiempo)
mis tías mis tíos mi abuela.
En casa todos cantaban
y después del desastre
pasado un tiempo todos volvieron a cantar.
Mi madre y la abuela
de manera distinta como con sordina
pero los tíos y las tías
como siempre.
Y nosotras con ellos.
Veo a mi abuelo en 1934
oyendo tangos de Gardel junto a mi padre.
En 1939 los tíos en Barcelona cantaban
«Junto al Puente de la Peña una tarde la encontré».
¡Qué bonita era Barcelona!
Y qué alegre estaba mi padre
mientras cantaba «No era calle que era un río».
Fui al Ateneo en 1958 para oír a un poeta joven
que leyó un poema titulado
«Largo para clavecín solo».
Me gustó el poema y me gustó el poeta. Me enamoré.
Nació mi hija en 1965:
el poeta argentino José Alberto Santiago
la dormía cantándole vidalitas.
Y la voz arrolladora del cantor Jaime Dávalos
también argentino la despertaba.
Mis hermanas y yo vivíamos para la música
y gracias a la música creíamos en el futuro.
Llegó el amor y con él llegó el flamenco.
Llegó mi hija y con ella llegó Keit Jarret
y llegó también la alegría y la felicidad.
Todo estaba bien.
El mundo tenía sentido.
¿Cómo hubiera sido ese mundo nuestro sin la música?
¿Cómo habría sido sin oír a mi niña cantando:
«Pasaba por aquí…»

Francisca Aguirre (1930- 2019, Alicante, España); Historia de una anatomía, Ed. Hiperión, 2010

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