Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

sueño (Página 1 de 5)

Animales de compañía

Animales de compañía

Ellos no, nunca atacan,
tan solo se defienden.
Está en su naturaleza.

¡Uno los ama tanto!
Los acaricias, les mesas el pelo,
los abrazas a corazón abierto,
los metes en tu vida
y todo te lo cambian.

Ellos no lo hacen adrede,
no pueden evitar la genética
y cuando uno, que tanto los ama,
intenta, mansamente, con cariño,
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
te arañan sin saberlo,
te pican sin maldad,
te muerden sin intención.

Es por eso
que estas marcas moradas,
ya casi verdes, que andan dispersas
entre mis versos,
estas marcas como de dientes
horadadas en mis poemas
no son culpa suya.

¡Uno los ama tanto!
Ellos no lo hacen adrede.
Es que cuando intentas
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
los recuerdos arañan,
los sueños pican,
los desamores muerden.

Francisco Pérez

Carne del mar tensa y desnuda

Carne del mar tensa y desnuda,
violenta sombra de nácar oscuro,
hacia el verano tiendes tu lamento,
oh carne de muerte latiendo inmensa
bajo mi corazón embravecido de amor.
Hacia ti los tibios suspiros del alba,
hacia ti los jóvenes miembros adolescentes,
hacia ti los brazos marineros,
la hojarasca poderosa del sueño,
ese semblante cóncavo del miedo,
el horizonte de sal que no te siente
cuando estrechas un pecho maduro,
carne del verano, luz recogida
en este temblor de muslos tensos,
en estos pálpitos en que respira el mundo,
fulgor instantáneo de isla,
en ti se concreta la noche
cuando te apaciguas y derramas,
cuando emites tu tierno gemido de ave
en tu lejanía de plata y algas.
Por ti yo sabría de la muerte
y de sus pechos sonámbulos,
por ti, oh mar,
yo sabría del Eterno,
del suspiro de un dios
que hubiera posado en mi vientre
su espléndida desolación de música quebrada.

Isabel Rosselló (1950, La Coruña, España), Las diosas blancas. Antología de la joven poesía española escrita por mujeres, Edición de Ramón Buenaventura, Ed. Hiperión, 1985

Invocación

Invocación

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.

Por si vinieran tiempos de silencio.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Diario de un destello, Ed. Rialp, 2006. Extraído de 20 con 20. Diálogos con poetas españolas actuales; Ed. Huerga & Fierro, 2016

Presa fácil

Presa fácil

Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.

(Lorenzo Oliván, Puntos de fuga  1996-2000)

Segundo movimiento

Segundo movimiento

Despertar de la anestesia no es como despertar del sueño.
Cada mañana la conciencia llama respetuosa
a la puerta, y espera
que lleguen poco a poco los colores, el tacto,
la memoria,
se infiltra
muy dulcemente en la respiración
y empieza a entrelazar, como ella sabe,
el pasado a la trama
del día nuevo.
Despertar de la anestesia no es como despertar del sueño.
Es un martirio de instantánea lucidez.
Llega de golpe.
Llega de golpe la vida y se te mete dentro y no pregunta.
No pregunta si quieres.
Te toma de rehén. Y lo recuerdas todo.
De golpe sabes todo lo que tanto
te has esforzado en no saber.
No quiero.
No quiero estar aquí. Frío en los huesos,
violines bien hundidos en la carne,
y yo no quiero. Cántame una canción de hilanderas,
cuéntame un cuento de brujas.
Engáñame con la ternura y sus bombillas doradas
balanceándose en la noche como en una
verbena onírica. Dime que traerás mantas
para este miedo helado
que me estremece. Engáñame,
tú que me reinventaste tantas veces,
no me sueltes así
en medio de la luz.
Porque es abrir los ojos y comprender la heridas
de samurái en el cuerpo de muchacha.
Porque es abrir los ojos y no necesitar
ya espejos. Aquí estoy, parece
que ha pasado un instante
desde que me acosté en esta cama dura
de quirófano y me extendieron el brazo para abrir.
Aquí estoy otra vez y lo recuerdo todo. […]

Ana Isabel Conejo (1970, Barcelona, España); Concierto para violín y cuerpo roto, Ed. Hiperión, 2018

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