Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

guerra

Cementerio

Cementerio

Tiene también la sangre sus revoluciones,
sus líderes y demagogos
que arengan al pueblo de las ansias
congregado en el corazón.
Tiene también la sangre sus masacres
—en nombre de oscurísimas razones—,
en las que mueren tantos inocentes:
los de pequeña voz, los tímidos
que no saben exponer sus deseos;
menos aún, imponerlos.
Mueren entre las venas, y de manera irrevocable,
lo mismo que acontece entre la historia.
Muere toda una grey de tristes oprimidos, pero
en la espantosa servidumbre del reemplazo
sucumben a su vez los opresores
sin que exista un recodo, un breve hueco
en que dejar sobre una lápida
constancia de su paso.
En la anónima fosa de la sangre
yacen mezclados víctimas y verdugos;
y en las terribles horas de la comprensión
qué imposible resulta distinguir
del corrompido olor de la esperanza degollada
el agrio aroma de sus asesinos.

Francisca Aguirre (1930-2019, Alicante, España), Ítaca, Ed. I. Cultura Hispánica, 1972 (Premio «Leopoldo Panero», 1971).

Granada desde el mrkovići

Granada desde el mrkovići

Hace treinta horas que
las granadas llueven sobre nosotros
desde todas partes.
Una de ellas acaba de sobrevolar
ahora este poema.
Ha sido lanzada desde el Mrkovići
donde antes de la guerra
cogía margaritas
con la mujer que amo.

Izet Sarajlić (1930-2002, Bosnia  y Herzegovina); Después de mil balas, Ed. Seix Barral, 2017. Traductores Fernando Valverde Rodríguez y Branislava Vinaver.

Gaza

Gaza

Has visto el campo cubierto de amapolas.
Has visto los olivos y su verde fruto.
Has visto las abejas danzar sobre los higos.
Has visto caer las bombas.
Como un granizo que rompe.
¿Has visto?
En la misma tierra en que nacen las flores
los niños se entierran.

Jorge Ortiz Robla (1980, Las Palmas de Gran Canaria, España); Resiliencia, Lastura Ediciones, 2019

Paz en la guerra

Paz en la guerra es la mejor manera de lograr
que este mundo de golpes e improperios
no nos suma en una cadencia de Guerra y paz eternas.
En la inercia de no retroceder, tomamos
el impulso con que agravar los males.
Los agravios se hacen pendulares y tropezamos
siempre con la misma piedra filosofal,
como los alquimistas, posesos de razón y de deseos.
En todo arrullo una voz disonante nos alerta
de lo que está por llegar si persistimos
en este juego soberbio del «y yo más».
Dar el brazo a torcer de vez en cuando
nos humaniza y serena.

Yo fui menos desde que acierto a recordar,
¡qué importa! Una palabra amable basta
para abrigar la paz. Un gesto febril y tosco
y gris destempla y conviene a la guerra.

Los insultos tienen alas como los cuervos.
Los insultos atracan como los barcos.
Los insultos son densos como el petróleo.
Los insultos, torbellinos glotones, engullen
lo que encuentran a su paso circular.
Su proa dinamita las aguas. Por su quilla
se desborda el odio y la revancha. Su espolón
arremete contra las fuerzas contrarias,
mientras desde el mascarón la sirena
envenena con su belleza pagana.

Quien detesta la guerra hace el amor, incuba la paz,
habita la paz, la mece y la acrecienta en círculos
concéntricos que derraman más y más paz.
Una paz como un cielo, como una torta de pan,
como un salero que convoque a la gente y
la conserve junto a la mesa puesta bien provista.
Una paz duradera que no pudra las carnes.

Elena Camacho (1964, Santander); Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario: biblioteca; Ed. Caligrama, 2020

Cómo ganar una guerra perdida

Cómo ganar una guerra perdida:
Uno. Excavar trincheras
con palas, lapiceros, saxofones.
De las grietas, hacer cicatrices.
Dos. No llevar uniformes.
Cada cual adoptará el disfraz
que menos le ofenda.
Tres. No distinguir noche y día.
Permitir la soledad a quien la elija.
Adoptar perros y recién llegados.
Cuatro. Celebrar una fiesta
por cada trinchera. Llegará el enemigo
y no entenderá nuestro lenguaje.
Les será imposible la conquista:
ellos no aman a los perros mestizos
ni arrancan orgasmos a las palabras.
Perderemos la guerra de las mayúsculas
pero la vida está de nuestra parte:
lloramos y celebramos la brizna.

Ana Pérez Cañamares (1968, Santa Cruz de Tenerife, España); de Economía de guerra (2014); extraído de En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis, Bartleby Editores, 2014

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