quiero que todo explote
que las almohadas exploten
que las manzanas del frutero exploten
que las cruces verdes de las farmacias exploten
que los escaparates exploten
que los charcos exploten
que los buzones de correos exploten
que las semillas de los eucaliptos exploten
que los cactus exploten
que las nubes exploten
que las estrellas exploten
que mi corazón explote
quiero que todo, lo bonito y lo feo, explote
que en mi casa en las calles en el cielo
y hasta en las más bellas habitaciones de hotel
todo explote

cuando dormir no ayuda
cuando soñar no ayuda
cuando despertar no ayuda
cuando el agua caliente no ayuda
cuando el café con leche no ayuda
cuando el omeprazol no ayuda
cuando la cerveza no ayuda
cuando meter los pies en el mar no ayuda
cuando el amor no ayuda
cuando la luz de flexo no ayuda
cuando escribir no ayuda
cuando desear no despertar no ayuda

paredes rosas armario celeste
camas gemelas lámpara de bronce
espejo redondo cuadro cuadrado
alcayatas desnudas estantería vacía
cajones vacíos pulmones vacíos
ni una mota de polvo
ni un atisbo de vida
preferiría seguir así
no acompañarme de libros ni de recuerdos
ni la foto de sam
ni giacometti bajo la lluvia
ni reloj ni zapatillas
sin querer
este cuarto se ha ido llenando
con mi respiración

las cosas que me rodean
no me pertenecen,
sólo el aire que respiro
y el zumbido de esas moscas en el cristal
que no acaban de aparearse

llevo una piedra en el coche
llevo una piedra en el bolsillo
llevo una piedra en el puño
levo una piedra en el estómago
llevo una piedra en el corazón
estoy preparada
para cualquier catástrofe.

Isabel Bono,  Maomegean; Ediciones del 4 de agosto, 2010.